Siempre se suele etiquetar a los artistas dentro de un estilo de vida bohemio. También se dice, o ,más bien, se espera, que estén un poco locos y que vivan en las nubes. Quizás no estén demasiado desencaminados en esto, sobre todo en lo de las nubes. En el caso del pintor Miguel Ángel Aranda... la cosa va más allá. 

Por lo visto no tienen suficiente con vivir en las nubes y ha seguido subiendo más y más hasta salir de la atmósfera terrestre y convertirse en un artista y espectador espacial. Será que este mundo se le ha quedado pequeño. Y no porque aquí nos falten cosas por ser contempladas y hacer visibles en las artes. Pero Miguel Ángel Aranda sintió desde muy pequeño una gran atracción por la ciencia y la astronomía. 

Miguel Ángel Aranda soteniendo a Venus.

Es lo mínimo que puede pasar cuando plantas a un niño delante del televisor y le pones la serie documental Cosmo: un viaje personal [Carl Sagan]. Y en especial, el capítulo 7: El espinazo de la noche. "Carl Sagan nos explica el nacimiento de la filosofía, el paso del mito al logos y el pensamiento de los filósofos presocráticos. En la serie Cosmos: se nos muestra cómo ha llegado la comprensión humana a entender que las estrellas son soles lejanos, La Vía Láctea y su historia en la mitología. Para ello hace un recorrido histórico por los filósofos jónicos: Anaximandro, Demócrito, Anaxágoras, Aristarco de Samos, Empédocles, Tales de Mileto."

Y es que desde aquel entonces, Miguel Ángel Aranda se vio atraído por el mundo exterior y todo lo que queda por descubrir en el universo. Con todas las connotaciones existenciales y filosóficas que implica. 

Como dijo Carl Sagan en el primer capítulo de su libro, Ese pequeño punto pálido azul: "La sonda [Voyager 1] se encontraba muy lejos de casa, pensé que sería buena idea que justo después de Saturno hiciéramos que diera un último vistazo a nuestro planeta. Desde Saturno la Tierra se ve demasiado pequeña como para que la Voyager captara algún detalle. La Tierra aparece como un simple punto de luz, un píxel difícilmente distinguible de los otros puntos de luz que la Voyager vería; pero precisamente debido a la insignificancia revelada de nuestro mundo valdría la pena tomar una foto así.

Es bien sabido por los científicos y filósofos de la antigüedad clásica, que la Tierra es un irrelevante punto en la mitad del inmenso cosmos, pero nadie la había visto nunca así; esta era nuestra primera oportunidad, y tal vez única en décadas. Así que aquí está:

Imagen de la Tierra desde Saturno realizada por la Voyager 1.

Planeta Tierra.

Un mosaico de cuadrados esparcidos constituyen los planetas, con un puñado de lejanas estrellas en el fondo. Debido al reflejo de la luz del Sol sobre la sonda la Tierra parece estar sobre un haz de luz, como si se tratase de un mundo con una especial significación, pero es solo un accidente geométrico y óptico. En esta imagen no hay señal alguna de seres humanos, nada de nuestro trabajo sobre la superficie ni de nuestras máquinas ni de nosotros mismos. Desde este punto de vista no hay evidencia de nuestra obsesión nacionalista; en la escala de los mundos los seres humanos somos insignificantes, una fina capa de vida sobre un oscuro y solitario trozo de roca y metal.

Consideremos nuevamente este punto. Esto que está aquí es nuestro hogar, eso somos nosotros. En él están todos los que amamos, todo aquel que conocemos, todos de quienes hemos oído hablar y todo ser humano, quien quiera que fuera que ha vivido su vida. En él está el conjunto de nuestra alegría y sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y cada recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y plebeyo, cada joven pareja de enamorados, cada madre y padre y sus esperanzadores hijos, inventores y exploradores, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada "superestrella", cada líder supremo, cada santo y pecador de la historia de nuestra especie vivió aquí, una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra no es más que un pequeñísimo grano que forma parte de la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por cientos de generales y emperadores para conseguir la gloria y ser los amos momentáneos de una fracción de este punto; piensa en las crueles vistas sin fin que los habitantes de una esquina de éste píxel hiciera contra los ni siquiera distinguibles habitantes de alguna otra esquina ¡Cuán frecuentes son sus malentendidos! ¡Cuán dispuestos están a matarse los unos a  los otros! ¡Cuán fervientes son sus odios!

Nuestras posturas, nuestra presunción imaginada, la falsa ilusión que tenemos de poseer un lugar privilegiado en el universo son desafiadas por este pálido punto de luz. Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica. En toda esta insondable oscuridad, en esta gran vastedad no hay ningún indicio de que la ayuda vendrá de otra parte para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta el momento capaz de albergar vida; no existe otro lugar, al menos en el futuro cercano, al cual nuestra especie pueda migrar ¿Visitar? sí ¿Establecerse? aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es el lugar en donde hemos de  permanecer.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia constructora de carácter y humildad, quizá no exista mayor demostración de la locura de la presunción humana que esta distante imagen de nuestro diminuto mundo. Para mí recalca nuestra responsabilidad de compartir más amablemente los unos con los otros, para preservar y cuidar ese puntito azul pálido, el único hogar que hemos conocido".

Planeta Urano.

Después de leer este magnífico texto, no podemos mas que con mucha humildad, presentar Cuerpos Celestes. Una serie formada por diez pinturas que quieren representar nuestro hogar en el universo. Nuestro Sistema Solar. Desde el Sol hasta Plutón. Con sus formas orgánicas e irregulares nos evocan el sentido caprichoso de la naturaleza. Después, con una base de pintura acrílica por capas y a modo de tintas planas, Miguel Ángel Aranda da la forma y colores que mejor representen a cada planeta. Y para terminar cada una de las pinturas, nuestro artista le da un rostro humano a cada una de las piezas. Para esto, con estilo casi hiperrealista, pinta al óleo los rasgos más expresivos del ser humano: ojos, nariz y boca. El resultado, como podéis ver, son unas preciosas y originales obras de arte de gran impacto visual que podríamos etiquetar dentro del nuevo Pop Art o Popsurrealismo. En próximas fechas se va a realizar una exposición en Valencia con todas las obras de la serie. Las personas que estéis interesadas en alguna de las pinturas de esta serie ya podéis realizar la compra y reserva en nuestra web. Las obras serán entregadas inmediatamente después de la exposición en la Galería de Arte.

Planeta Neptuno.